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se mantuvo el mismo diagnóstico de la derivación en el 12%,

en el 66% el diagnóstico fue refinado y en el 21% el diagnós-

tico se modificó; en este último grupo el costo económico de

la evaluación fue mayor que en los dos primeros grupos (7).

El poder precisar un diagnóstico precozmente redunda, sin

lugar a dudas, en un menor sufrimiento para el paciente, la

implementación de un tratamiento más efectivo e incluso un

menor costo para los sistemas de salud.

Con la medicalización y la psicologización de la vida, cada día

son más los pacientes que llegan a la consulta no sólo con

una enumeración de sus molestias, sino ya con un diagnós-

tico presuntivo (o a veces creyendo que es casi de certeza)

que obedece a su propia investigación en las fuentes que

aporta internet. Así es como las consultas al “Dr. Google”

crecen cada día. En 2016 las preguntas más frecuentes

se relacionaron con el virus zika, el traumatismo encéfalo

craneano y el

cupping

(ventosaterapia, procedimiento común

entre deportistas que participaron en los Juegos Olímpicos

de ese año). En una encuesta online realizada por Doctoralia

en España se encontró que el 71% de las mujeres y el 51%

de los hombres busca información por internet con poste-

rioridad al diagnóstico médico y acude al Dr. Google, siendo

más frecuente entre los sujetos de 18 a 34 años. Respecto a

la solicitud de una segunda opinión los hombres la realizan

en el 34% de los casos y las mujeres en el 28% (8). El desafío

para los médicos y profesionales de la salud actualmente está

en buscar la mejor forma de adaptarse a la información que

está en internet y a los beneficios que ésta ofrece, ya que la

mayor parte de los pacientes emplea la red y difícilmente la

abandonará. Los problemas derivados de esta nueva forma en

que se está desarrollando la medicina radican principalmente

en la relación médico paciente y en la automedicación, temas

que habrá que abordar responsablemente.

EL DIAGNÓSTICO EN PACIENTES DIFÍCILES

El diagnostico también puede verse interferido por los pacientes,

especialmente cuando por sus conductas disruptivas generan

emociones negativas en los médicos. En un estudio con resi-

dentes de medicina familiar expuestos a viñetas clínicas con la

descripción de pacientes neutros y disruptivos, se encontró más

errores diagnósticos en los segundos. El tiempo empleado para

concluir las hipótesis diagnósticas con ambos tipos de pacientes

fue similar. Los pacientes pueden ser considerados difíciles por

diversos motivos: evitadores de atención médica, demandantes,

litigantes e incluso agresivos, pacientes que no le creen a los

médicos e ignoran sus consejos o pacientes absolutamente

indefensos. En estos pacientes se puede encontrar importante

psicopatología o trastornos de la personalidad. Se ha estimado

que los pacientes difíciles pueden constituir alrededor del 15%

de los casos atendidos en forma ambulatoria o en servicios

de urgencia. Las situaciones más complejas ocurren con los

pacientes que amenazan la integridad del médico (9).

El diagnóstico como un estresor, incluso traumático

El diagnóstico, al momento de comunicarlo, puede operar

como un estresor amenazante dada las consecuencias que

podría implicar para el paciente y provocar una “herida”

de difícil cicatrización. La reacción puede ser muy variada

dependiendo de la capacidad de afrontamiento que tenga

cada uno. Para muchos sujetos el momento de conocer el

diagnóstico marca un antes y un después en sus vidas. Se

puede responder, como es habitual ante una amenaza, con

una conducta de ataque, otra de huida o incluso una en que

el sujeto se paraliza, lo que se expresará emocionalmente

de diversas formas. Una crisis angustiosa, un llanto descon-

trolado, un sentimiento de indefensión e impotencia para

responder, una negación inconsciente, una rabia despropor-

cionada, un descontrol conductual, etc. son posibles formas

de reacción inmediata. Luego se puede instalar paulati-

namente un cuadro en que predomine la sintomatología

ansiosa, depresiva, postraumática, el consumo de alcohol o

de alguna droga o incluso llegar al extremo de una reacción

con elementos psicóticos. Dependiendo de la vulnerabilidad

biológica del sujeto, de sus características de personalidad,

de su biografía, de sus respuestas previas a situaciones de

estrés, de su red de apoyo sociofamiliar, de sus creencias

religiosas y de su entorno cultural será la respuesta ante

la mala noticia de un diagnóstico difícil por las implican-

cias inmediatas, en el mediano o en el largo plazo. Se han

investigado diversas situaciones clínicas en que el diag-

nóstico médico ha facilitado la instalación de un trastorno

por estrés postraumático. Ejemplos de esto los tenemos en

pacientes con cáncer (especialmente de mama), con compli-

caciones del postparto, con pérdidas perinatales, con pato-

logía cardíaca congénita, con quemaduras, con internación

en unidades de cuidados intensivos, en usuarios de ventila-

ción mecánica, en receptores de trasplantes y diversas otras

patologías, en los cuales hay una frecuencia no despreciable

de cuadros por estrés postraumático (10-16). De alguna

manera la respuesta emocional a un diagnóstico grave se

puede homologar a las etapas descritas por la psiquiatra

Elisabeth Kübler-Ross respecto al duelo:

negación, ira,

negociación, depresión y aceptación.

Esta secuencia

traduce una reacción natural que tendrá un tiempo personal

de elaboración. Las variantes anormales constituirán diversas

patologías psiquiátricas con un gran abanico que va desde

una reacción de adaptación con síntomas ansiosos, depre-

sivos o físicos hasta el extremo de un cuadro psicótico reac-

tivo. Si existe psicopatología previa puede reaparecer dicho

cuadro clínico o exacerbarse la psicopatología que esté

presente al momento de conocerse el diagnóstico. Como en

toda respuesta psíquica siempre estará presente el factor de

[EL IMPACTO DEL DIAGNÓSTICO MÉDICO COMO EXPERIENCIA TRAUMÁTICA. ALGUNAS REFLEXIONES - Dr. César Carvajal]