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culturales, biográficos, etc.) para abordar a la persona sufriente

y no realizar un proceso académico de una excelente formu-

lación diagnóstica. Entendiendo que lo habitual será que el

médico sólo cuente con una parcialidad de toda esta infor-

mación, habrá que aceptar que en este punto el acto médico

también siempre tendrá sus limitaciones. Lo que sí hay que

cautelar es que la comunicación de la verdad del diagnóstico

no implique iatrogenia. Toda verdad tiene dos aspectos cons-

titutivos,

el significante

en este caso el nombre del diag-

nóstico, la verdad nominal y

el significado,

el bien que debe

implicar el hecho develado. La eventual iatrogenia de la comu-

nicación del diagnóstico se relaciona con el descuido en cómo

conseguir el mejor significado para el paciente de esa verdad.

Esto en el contexto de la relación con su médico y así poder

abordar las consecuencias en su vida, que pueden traducirse

en cambios de hábitos, aprender a convivir con discapaci-

dades importantes o muchas veces tener que enfrentarse con

plena conciencia a la cercanía de la muerte (5).

Una situación compleja para el médico es comunicar la

muerte cerebral de un paciente y además solicitar la dona-

ción de órganos cuando esto es posible. En este contexto los

factores culturales, la legislación y el estado emocional en

que se encuentren los familiares más directos del paciente,

tendrán gran repercusión en la forma cómo poder plantear

la eventual donación. Los momentos que transcurren entre la

decisión y aceptación de la donación por parte de la familia,

la confirmación de la muerte cerebral y los procedimientos

que terminarán con la procuración de órganos son minutos

y horas que de suyo pueden facilitar en algunas personas

una reacción traumática. Esta es un área en que es funda-

mental la capacitación que deben tener los profesionales que

conforman los equipos relacionados con los trasplantes para

evitar los potenciales efectos iatrogénicos derivados de sus

intervenciones.

En otro contexto se tiene la situación de un paciente con un

deterioro cognitivo que está progresando hacia una demencia.

En fases iniciales del diagnóstico puede servir plantearle al

paciente si quiere conocer efectivamente el resultado de

sus exámenes; sin embargo, hay que ponderar que no exista

otra patología ansiosa o depresiva que pudiera descompen-

sarse ante el diagnóstico definitivo. En cambio, en etapas más

avanzadas, en que el compromiso cognitivo es más acen-

tuado probablemente ya no tendrá gran utilidad informarle

al paciente y en esos casos los familiares sí deben conocer la

verdad del diagnóstico y sus posibles evoluciones.

Errores diagnósticos

Aunque se espera que el proceso del diagnóstico alcance la

mayor certidumbre posible, hay casos en que se cometen

errores, los cuales pueden tener gran repercusión en el

paciente pudiendo llegar incluso a causarle la muerte. Este

es un tema que cada vez ha cobrado mayor relevancia en los

juicios de mala práctica, dado que el error diagnóstico supera

a las demandas por cirugías o los errores de la medicación. Se

estima que los errores en el diagnóstico son cercanos al 20%

a 25% de los casos y son responsables de un 10% a 15% de

acontecimientos adversos. Los factores que influyen en esto

son múltiples: el poco tiempo que dura la consulta médica,

la pobre comunicación médico-paciente que dificulta poder

contar con una buena historia clínica, la excesiva informa-

ción médica a la que se puede acceder actualmente (sin que

necesariamente signifique mayor conocimiento especiali-

zado) o una falla en el proceso cognitivo del ejercicio diag-

nóstico en que puede estar ausente el principio de

no saber

que uno no sabe

, lo que se traducirá en creer que se llegó

al diagnóstico correcto y que por lo tanto, se tomaron las

medidas adecuadas. Gran parte de los errores al diagnosticar

se pueden atribuir al poco cuidado en la reflexión acerca del

proceso del pensamiento que lleva a formular un diagnós-

tico, como a la poca crítica acerca del juicio clínico que lleva

a tomar las decisiones de exámenes o tratamientos (6). Otros

factores que influyen pueden ser el cansancio del médico,

producto de largas jornadas laborales, del sistema de turnos,

de dificultades con el sueño o de estar ya cursando lo que se

ha denominado “síndrome de

burn out”

. La psicopatología

que pueda presentar o el asumir que está capacitado para

evaluar pacientes con las más diversas manifestaciones ya

sean propias de su especialidad o incluso ajenas a ella, lo que

traduce un exceso de confianza del facultativo. Considerando

que en el acto médico lo central, desde el punto de vista de la

ética, radica en la responsabilidad que se asume, no es posible

descuidar una práctica permanente del pensamiento crítico y

de la reflexión profunda acerca de lo que se está efectuando,

para asegurar un mejor resultado con el paciente. Este es un

deber ineludible del médico y debe desarrollarse desde los

primeros años de la formación académica.

SEGUNDAS OPINIONES Y DIAGNÓSTICOS POR INTERNET

La antigua práctica de las juntas médicas al parecer ha ido

dejando paso a la discusión o evaluación de pacientes en los

grupos multidisciplinarios que se han formado en las distintas

especialidades para intentar dar el mejor tratamiento posible,

sobre todo a pacientes más complejos. Una alternativa inte-

resante para pacientes que se atienden especialmente de la

atención ambulatoria es la solicitud de la segunda opinión.

Este objetivo se puede conseguir por la derivación y contacto

a partir del médico tratante o bien como iniciativa del propio

paciente o de sus familiares. Un estudio realizado en la

Clínica Mayo de Rochester enfocado en la evaluación diag-

nóstica como segunda opinión, de una muestra de 286

pacientes provenientes de la atención primaria concluyó que

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2017; 28(6) 841-848]