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INTRODUCCIÓN

Las enfermedades raras constituyen un dilema desde el

término con que nos referimos a ellas y su definición. En el

diccionario algo raro consiste en “extraño, excéntrico, extra-

vagante, original, peculiar, singular, curioso, caprichoso”. Estas

características no corresponden a este grupo de enferme-

dades. El término raras en este caso se refiere a la baja inci-

dencia de estas condiciones, el número absoluto de pacientes

diagnosticados o una estimación de la prevalencia. Es un grupo

heterogéneo de muy diferentes síndromes clínicos. La causa

más común son defectos en el material hereditario y por lo

tanto pueden ser transmitidas a la descendencia. Se ponen de

manifiesto en casi todos los órganos y a menudo tienen una

expresividad sistémica, es decir, afectan a varios órganos al

mismo tiempo.

En el tema de una baja incidencia lo más constante es el cambio

en medicina. Tan pronto los países empiezan a controlar de

las afecciones infecto-contagiosas cuando, en esa transición

epidemiológica, ya adquieren importancia las enfermedades

crónico-degenerativas entre las cuales se encuentran estas

enfermedades. Por lo tanto el ser poco frecuentes no es una

realidad rígida y estática. Depende de la época y del lugar.

Resultando de la incidencia se proponen diferentes límites para

definir una enfermedad rara. En nuestro país no se ha adoptado

aún una definición, pues no existe una legislación vigente que las

reconozca o las regule. La definición probablemente dependerá

de cuántos recursos se asignen a este grupo de condiciones y

cuántas enfermedades sean cubiertas en aspectos diagnósticos

y de tratamiento una vez que esta legislación exista.

Considerando, por tanto, que existen diferentes maneras de

definir el problema, podríamos enumerar entre 5.000 y 8.000

condiciones que cumplen criterios para ser consideradas raras.

Por otra parte, es imposible desligar del concepto de enfer-

medad rara de otros conceptos como el de enfermedad

desatendida (

neglected

) o enfermedad catastrófica. El primer

concepto está referido a aquellas condiciones que son raras

en algunos territorios y comunes en otros (borreliosis, Chagas,

etc); el segundo referido a enfermedades que sin necesidad de

tener una frecuencia tan baja, son crónicamente debilitantes

o ponen en peligro la vida, o bien, producen un alto impacto

social y/o económico como fue el caso del SIDA. Este último

aspecto se demostró claramente en la epidemia del SIDA.

Los dineros requeridos para investigar las causas y el trata-

miento del SIDA que afectaba principalmente a homosexuales

haitianos pobres en el estado de Florida, no se obtuvieron sino

hasta cuando la enfermedad afectó a “personas de bien”, como

famosos actores de cine, senadores o miembros de ciertas

familias (1).

La realidad era que había enfermos que importaban y otros

que no y si eso era así había enfermedades que importaban y

otras que no, según el tipo de personas o poblaciones a las que

afectaban. Por este motivo ciertas enfermedades que aquejan

a un pequeño número de pacientes, dicen algunos, están

huérfanas. El asunto también se relaciona con la sociedad que

venimos construyendo, una para la cual hay vidas y muertes que

importan, otras que no, al igual que hay enfermos y enferme-

dades que interesan y otras no.

Por lo tanto, se trata de ubicar el problema en su real magnitud

y considerar tópicos de interés en bioética, como la justicia, la

no maleficencia y maleficencia, proyectando que los problemas

no están solamente por los lados de la tecnología, los recursos

humanos o financieros como pareciera plantearse desde ciertas

perspectivas, ya que también tienen implicancias éticas.

CONSIDERACIONES ÉTICAS

No todas las afecciones tienen igual “carga de enfermedad”. El acné

es muy frecuente al igual que el resfrío común. Aunque tienen

cierta carga de enfermedad, no es la misma que el cáncer y la

demencia. El imperativo moral que tienen para destinar recursos

no es igual, por las consecuencias que tienen. Esto es en virtud

de la naturaleza y magnitud de las complicaciones. En general

las enfermedades raras y las enfermedades que tienen mínimas

consecuencias tienen menor fuerza moral para la búsqueda de

esfuerzos preventivos que las enfermedades comunes con conse-

cuencias graves. Es apropiado el gasto para hacer

screening

a un

grupo específico sí tiene tratamiento efectivo y el daño es de gran

magnitud, como la Fenilcetonuria en recién nacidos.

El bajo número de pacientes afectados por un síndrome clínico

específico provoca una serie de problemas estructurales.

Entre ellos hay que considerar un considerable déficit en el

diagnóstico y la terapia en el cuidado del paciente. La aten-

ción adecuada no es posible sin un diagnóstico correcto o si

este se hace demasiado tarde. Los enfoques interdisciplinarios

de la terapia son necesarios porque las enfermedades suelen

afectar varios sistemas, y sólo unos pocos centros especiali-

zados pueden proporcionar esta atención. Una terapia causal

efectiva a menudo no está disponible y sólo se puede desarro-

llar cuando se comprenden las causas subyacentes de la enfer-

medad. Hasta ahora una atención adecuada ha sido posible

sólo para algunas de las enfermedades raras. En general, las

nuevas tecnologías y los avances en los procedimientos de

diagnóstico-terapéuticos que obligan a cambiar criterios

tienen un componente no sólo científico, sino también Moral.

En conjunto, ambas dimensiones exigen un equilibrio respon-

sable, no siempre fácil de encontrar, sobre todo durante los

primeros años de implantación de una nueva tecnología o

procedimiento.

[REV. MED. CLIN. CONDES - 2015; 26(4) 527-532]